miércoles, 2 de enero de 2013

El de la electricidad


Perdonad por la ausencia, pero estoy un poco ocupado últimamente. Me he dejado la capa de superhéroe en el armario, así que, sin que sirva de precedente, voy a dejarme de tonterías politiqueras y hablar de cosas serias: La electricidad. Todo el mundo sabe lo importante de la electricidad, sobre todo después de un apagón.
No me acuerdo del nombre de aquel científico que fue preguntado por los políticos de turno sobre para que servía investigar sobre las dichosas corrientes eléctricas y como las cargicas diminutas de los electrones se movían por los conductores tales como el cobre. A principios del siglo XIX, todas aquellas cosicas podían parecer insignificantes para los pensadores que manejan los hilos de los países modernos. Aquel científico contesto: “Usted cobrará impuestos a los que utilicen la electricidad en 20 años”. No iba muy desencaminado.
El sistema eléctrico es una de esas maravillas de las que no somos totalmente conscientes. En cada segundo se consume la misma cantidad de energía que se produce. Por tanto, al enchufar cualquier aparatejo en tu casa, algo cambia de tal forma que, en algún otro sitio, se produce una chispica más de energía para alimentar lo que tú acabas de enchufar. Como bien decía Ronaldo, la potencia sin control no sirve para nada. Así que unos aparaticos en los generadores de producción se encargan de que la electricidad nos llegue en una forma adecuada para consumirla, manteniendo fijos voltaje y frecuencia. Durante más de 150 años, la electricidad se ha generado en unas cuantas centrales eléctricas, transmitido a través de líneas de alta tensión, y distribuido a consumidores industriales y domésticos.
Al igual que el control del fuego, supuso un hito en la evolución humana; el control de la energía ha supuesto el mayor cambio en las vidas cotidianas del hombre desde su creación o descendencia del mono (oyendo al ministro de educación, uno asume que el creacionismo se instaurara este curso o el siguiente). De igual forma que ha cambiado nuestras vidas, ha cambiado nuestro entorno, y millones de millones de toneladas de CO2 son emitidas para que yo (y otros como yo) este (estemos) tonteando en el Facebook o escribiendo tonterías en un blog. Nos enfrentamos a una crisis en la forma que la energía es consumida, lo cual vendría siendo la mala noticia de hoy, con lo que gente como yo puede tener trabajo (¡la buena noticia!) para ver de qué forma podemos producir y consumir energía eléctrica para que nuestro entorno siga siendo habitable pero podamos estar meando y escribiendo algo en el guasap. ¡Las cosas importantes lo primero, por supuesto!
Cualquier persona que pague la luz está que trina por nuestras recientes subidas de tarifas eléctricas. Estuve en una conferencia donde resaltaron el hecho de que los consumidores españoles pagan 6 veces más por la electricidad que algunos estados de la unión. Uno puede pensar que esto se debe a los mafiosos de nuestros productores de electricidad, que bien puede ser verdad; pero yo creo que también puede deberse a las decisiones pasadas poco acertadas, como por ejemplo, hacernos trampas al solitario para entrar en el euro jugando con la tarifa eléctrica, o poner primas desorbitadas a energías renovables sin preocuparnos demasiado de su sostenibilidad. En otros países las primas se dedican a la investigación, lo cual creo que es más acertado, bajo mi subjetivo punto de vista, evidentemente. Es un problema político/ingenieril, con el consecuente riesgo asociado a ambas profesiones.
Por poneros un ejemplo hasta qué punto la mano izquierda puede deshacer lo que hace la derecha, hablemos un parágrafo sobre los SmartMeters. Estos bichejos los están poniendo en algunos lugares del mundo para informar a las compañías eléctricas de que cojones estás haciendo en tu casa con la electricidad. Ello ha supuesto una brutal inversión de dinero para intentar operar el sistema eléctrico con mayor información. Sin embargo, la cara negativa es que las eléctricas conseguirían una información muy íntima sobre nuestros hábitos. Sabrían cuando nos acostamos, cuando nos levantamos, cuando nos vamos de vacaciones, cuando hemos vuelto; en fin, todo. Por ello, activistas han conseguido que sea ilegal en muchos países que las eléctricas accedan a esta información. Con lo cual estamos como al principio, salvo los contribuyentes que se han gastado un dinero inútilmente. Vamos, como el aeropuerto de Castellón.
El sistema se está adaptando lo mejor posible a la generación distribuida. ¿Qué es esto? Es generación que se produce cerca del consumidor, evitando así caras construcciones en líneas de transmisión y perdidas en estas líneas. Pero esta generación distribuida es generalmente incierta, por ejemplo, parques eólicos. Ello tiene una consecuencia directa en el coste de utilización de la red. Al ser incierta, el operador del sistema debe manejar unas reservas mayores que para el caso en el que la producción es menos incierta, como en una planta de gas natural. Por tanto, la necesidad de estas reservas hace que la operación del sistema sea más costosa.
Desde mi ignorante punto de vista, es como tener un coche e intentar adaptarle alas para que vuele. El sistema fue diseñado hace muchos años para un enfoque diferente al actual, pero sería demasiado costoso y casi imposible, hacer una nueva red eléctrica para un enfoque más moderno, más regional, menos centralista (Freedom for Catalonia now!). Así que se intenta modificar lo mínimo posible la red, dado su elevado coste. Así, en vez de producir un avión, seguimos anquilosados en un sistema viejo y obsoleto, pero con el que tenemos que vivir.
Muchas esperanzas están puestas en los coches eléctricos, un ejército de baterías móviles que podrían tragar cuando producimos de más y dar cuando consumimos de más. Una cantidad enorme de problemas ingenieriles y económicos que nos dan de comer a muchos. Todavía no está muy claro cuándo habrá coches eléctricos en nuestras calles, y si los dueños nos dejaran hacer con sus baterías lo que nos plazca, pero mientras tanto simulamos. Seguro que no sirve para nada más que para tener un plato de comida en la mesa, pero eso no es poco.